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viernes, 25 de mayo de 2012

Fernando Vallejo: La Virgen de los sicarios

Idioma original: español
Año de publicación: 1994
Valoración: Muy recomendable, aunque perturbadora

Qué vendaval de novela, esta. Qué brutalidad, en todos los sentidos: narrativamente, estilísticamente y sobre todo temáticamente.

La acción de la novela transcurre en Medellín en los años 90, y decir Medellín en los años 90 es decir narcotráfico, Pablo Escobar, violencia, asesinatos. Todo eso se encuentra en La virgen de los sicarios, que narra la relación amorosa entre Fernando, un escritor ya de edad avanzada que vuelve a la ciudad después de un tiempo de ausencia, y Alexis, un joven y hermoso sicario devoto de María Auxiliadora (la utilización de simbología religiosa es constante en la novela). Con él vivirá el narrador unos meses de pasión y violencia antes de que el joven sea asesinado por otro sicario; el narrador inicia entonces otra relación con otro joven que le recuerda a Alexis, repitiendo con él la misma rutina, los mismos gestos de cariño, la misma espiral asesina. Esta doble (paralela y paradójica) historia de amor es el hilo conductor de la novela, que por lo demás es una acumulación de reflexiones pesimistas, humor macabro y decenas de muertos.

Porque aunque contenga en su centro una historia de amor (o dos), La Virgen de los sicarios es sobre todo una novela plagada de violencia; cada dos páginas muere alguien, casi siempre con un agujero de bala en la frente, por los motivos más diversos: por no haber bajado el volumen de la radio; por enfrentarse a un policía; por no hacer callar a los niños; por existir; porque tu televisión me molesta; porque me pagan por matarte. Todo esto Fernando Vallejo lo cuenta con una frialdad, o mejor, con una naturalidad desconcertante. "La vida real es así, no se sorprendan, no sean mojigatos ni hipócritas".

Fernando Vallejo tiene una relación de amor-odio con Colombia (llegó incluso a renunciar a su nacionalidad colombiana en 2007), y eso se manifiesta en la novela: aunque hay un evidente lazo que lo une al país, su desprecio alcanza a todas las esferas y todos los ámbitos de lo colombiano, desde el campesino (que solo sabe "pedir y procrear") hasta el presidente (en aquel momento lo era César Gaviria, pero tanto da, Fernando Vallejo tiene para todos: Gaviria, Pastrana, Uribe...). En una entrevista lo expresó muy gráficamente, como é acostumbra: "Colombia [...] es un país oportunista y traidor. Siempre pensé que iba a morir en Colombia, y lo sigo creyendo. Tengo claro que si vuelvo a Colombia voy a morir asesinado. Colombia es un país asesino". La Virgen de los sicarios es una novela narrada por un misántropo (y casi podríamos arriesgarnos a decir que escrita también por un misántropo): antes prefiere un animal que a un ser humano.

Todo esto, así contado, resultaría insoportable si no fuera porque Fernando Vallejo es un cabrón divertido: puede estar proponiendo arrasar a balazos los barrios pobres de Medellín, o justificando el asesinato de una embarazada, pero lo hace con gracia. Te entretiene mientras te cuenta atrocidades. El narrador es tan cínico que es hasta simpático; trata al lector con la misma condescendencia paternal que al resto de sus congéneres, y hasta se las da de pedante a veces, con menciones a destiempo del Quijote o de Hegel. A veces es poético y hasta delicado; casi siempre, contundente e irónico. Cuando crees haberle cogido el punto, te sorprende, te insulta o te lanza dos o tres muertos más a la cara. Aburrirse con esta obra es imposible, como es imposible que te deje indiferente.

1 comentario:

Francesc Bon dijo...

Como un plato de patatas con allioli. Fácil de consumir, difícil de digerir. Leí este libro en menos de dos horas una mañana del verano pasado. Sin ninguna idea de por dónde iban a ir los tiros, excepto la que puede dar el título. Un shock, tanto por la frialdad del narrador como por la banalidad con la que se trata cada asesinato. Me gustó tanto como me incomodó. Cometí un error: intentar leer El desbarrancadero a los dos días, con un planteamiento inicial prácticamente igual. Seguro que ya había tenido bastante y lo dejé para otra vez. Gran valor literario, no obstante. Los monólogos sobre Colombia son memorables.