Idioma original: español
Año de publicación: 1994
Valoración: Muy recomendable, aunque perturbadora
Qué vendaval de novela, esta. Qué brutalidad, en todos los sentidos:
narrativamente, estilísticamente y sobre todo temáticamente.
La acción de la novela transcurre en Medellín en los años 90, y decir
Medellín en los años 90 es decir narcotráfico, Pablo Escobar, violencia,
asesinatos. Todo eso se encuentra en La virgen de los sicarios,
que narra la relación amorosa entre Fernando, un escritor ya de edad
avanzada que vuelve a la ciudad después de un tiempo de ausencia, y
Alexis, un joven y hermoso sicario devoto de María Auxiliadora (la
utilización de simbología religiosa es constante en la novela). Con él
vivirá el narrador unos meses de pasión y violencia antes de que el
joven sea asesinado por otro sicario; el narrador inicia entonces otra
relación con otro joven que le recuerda a Alexis, repitiendo con él la
misma rutina, los mismos gestos de cariño, la misma espiral asesina.
Esta doble (paralela y paradójica) historia de amor es el hilo conductor
de la novela, que por lo demás es una acumulación de reflexiones
pesimistas, humor macabro y decenas de muertos.
Porque aunque contenga en su centro una historia de amor (o dos), La Virgen de los sicarios
es sobre todo una novela plagada de violencia; cada dos páginas muere
alguien, casi siempre con un agujero de bala en la frente, por los
motivos más diversos: por no haber bajado el volumen de la radio; por
enfrentarse a un policía; por no hacer callar a los niños; por existir;
porque tu televisión me molesta; porque me pagan por matarte. Todo esto
Fernando Vallejo lo cuenta con una frialdad, o mejor, con una
naturalidad desconcertante. "La vida real es así, no se sorprendan, no
sean mojigatos ni hipócritas".
Fernando Vallejo tiene una relación de amor-odio con Colombia (llegó
incluso a renunciar a su nacionalidad colombiana en 2007), y eso se
manifiesta en la novela: aunque hay un evidente lazo que lo une al país,
su desprecio alcanza a todas las esferas y todos los ámbitos de lo
colombiano, desde el campesino (que solo sabe "pedir y procrear") hasta
el presidente (en aquel momento lo era César Gaviria, pero tanto da,
Fernando Vallejo tiene para todos: Gaviria, Pastrana, Uribe...). En una entrevista lo expresó muy gráficamente, como é acostumbra: "Colombia [...] es un país oportunista y traidor. Siempre pensé que iba
a morir en Colombia, y lo sigo creyendo. Tengo claro que si vuelvo a
Colombia voy a morir asesinado. Colombia es un país asesino". La Virgen de los sicarios
es una novela narrada por un misántropo (y casi podríamos arriesgarnos a
decir que escrita también por un misántropo): antes prefiere un animal
que a un ser humano.
Todo esto, así contado, resultaría insoportable si no fuera porque
Fernando Vallejo es un cabrón divertido: puede estar proponiendo arrasar
a balazos los barrios pobres de Medellín, o justificando el asesinato
de una embarazada, pero lo hace con gracia. Te entretiene mientras te
cuenta atrocidades. El narrador es tan cínico que es hasta simpático;
trata al lector con la misma condescendencia paternal que al resto de
sus congéneres, y hasta se las da de pedante a veces, con menciones a
destiempo del Quijote o de Hegel. A veces es poético y hasta delicado;
casi siempre, contundente e irónico. Cuando crees haberle cogido el
punto, te sorprende, te insulta o te lanza dos o tres muertos más a la
cara. Aburrirse con esta obra es imposible, como es imposible que te
deje indiferente.
1 comentario:
Como un plato de patatas con allioli. Fácil de consumir, difícil de digerir. Leí este libro en menos de dos horas una mañana del verano pasado. Sin ninguna idea de por dónde iban a ir los tiros, excepto la que puede dar el título. Un shock, tanto por la frialdad del narrador como por la banalidad con la que se trata cada asesinato. Me gustó tanto como me incomodó. Cometí un error: intentar leer El desbarrancadero a los dos días, con un planteamiento inicial prácticamente igual. Seguro que ya había tenido bastante y lo dejé para otra vez. Gran valor literario, no obstante. Los monólogos sobre Colombia son memorables.
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